África esconde misterios verdaderamente increíbles que nos harán repensar muchos de nuestros actuales esquemas vitales. Pero también esconde pobreza, dolor, llanto, desesperación y muerte. Para los que quieren descubrir esos misterios sin ignorar el sufrimiento es este blog.

lunes, 22 de julio de 2013

Perra vida

Por Javier Bleda

 En temporada de vacaciones de verano siempre son noticia los avisos a la ciudadanía para no dejar sus perros abandonados, por ello televisiones y periódicos se esmeran en hacer reportajes de residencias caninas donde poder alojar la mascota durante el viaje. No deja de resultar curioso que precisamente este año, 2013, en plena crisis económica y con una bolsa de parados que roza los límites de la pre revolución, los reportajes sobre hoteles caninos se centren en establecimientos de lujo, y más concretamente en el Tiny Dog Hotel de Marbella.

En este hotel parece que no admiten perros con un peso superior a 8 kilos, en las instalaciones no hay jaulas, tienen supervisión de cuidadores las 24 horas del día en grupos reducidos, dan largos paseos por la playa, disponen de gimnasio, masajes relajantes para el estrés provocado por la ausencia del dueño, camas especiales y menús gourmet. Todo ello por un precio básico de 20 euros al día, salvo que se soliciten extras para que el pobre perrito no sufra durante los días que está fuera de casa.

Esto está bien, no hay nada malo en ello, tal vez lo que debamos es aplaudir a los propietarios del establecimiento por haber sabido encontrar un segmento de mercado que está ahí y que les sirve para ganar dinero. Por supuesto, tampoco pretendo criminalizar a los propietarios de los perros que los alojan allí, a fin de cuentas un perro es uno más de la familia. Además, por cada perro que acude a un hotel de lujo hay miles que son abandonados y que, con mucha suerte, tal vez acaben en un albergue con un futuro nada prometedor.

No es cuestión de hacer demagogia fácil con esto de los perros alojados en hoteles de lujo, pero sí quisiera hacer un llamamiento a la reflexión sobre aquellos que, sin importar si son tiempos de crisis o no, sin importar si es temporada de vacaciones o no, sufren los rigores del hambre y la sed, de las enfermedades y los rigores climáticos, del abandono y la pobreza extrema, y sobre todo del olvido y la dejación por parte del resto de la Humanidad.

Podría estar escribiendo sobre esto cada día, cada mes, cada año, cada eternidad, pero difícilmente se conseguiría con ello cambiar una realidad tan dolorosa que ya dura desde que el ser humano es a la par inhumano. ¿Cómo es posible que no pensemos en los miles de millones de personas que cada día tienen que mirar a la vida de frente y a la muerte de reojo? Se quejan las organizaciones no gubernamentales que con la crisis las ayudas están sufriendo enormes recortes desde hace ya varios años, eso es una realidad incuestionable, pero, ¿y antes de la crisis? ¿y antes de las otras crisis? Para combatir la pobreza extrema no podemos centrarnos únicamente en los dineros ni en los flujos económicos que van y vienen. Hay que ir mucho más allá alcanzando un cambio global de mentalidad que nos lleve a preguntarnos si es lícito dejar que la gente muera por nada, por no tener unas monedas para pagar una mínima asistencia médica, por no tener acceso a la comida y el agua, por no ser considerados ciudadanos de primera, ni de segunda, ni siquiera de tercera, simplemente no ser considerados.   


Mientras no reconozcamos que la mayor parte de la Humanidad está viviendo al límite seguiremos equivocándonos, continuaremos por un camino que únicamente nos puede llevar al colapso. No es cuestión de dejar de atender a los perros, sino que de una vez por todas empecemos a pensar en los que tienen una perra vida.